Hora en mi mundo

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San José, San José, Costa Rica
Escritor aspirante, Estudiante de inglés, Viajero en el velero de la vida

jueves, 20 de marzo de 2008

La lección del aprendiz


El aprendiz vivía en el Templo del Conocimiento, en un pequeño planeta ubicado en el cruce de todas las constelaciones. La erudito de aquel recinto sagrado lo había observado por años desde su mirador, en lo alto de la torre de marfil, cuando decidió aparecérsele en su planeta y extenderle la invitación de morar con ella. El muchacho era la criatura favorita de un dios, el cuál nutría a su protegido con pedazos de su corazón y con pensamientos líquidos emanados de la deidad. La sabia mujer del espacio se había encargado de alimentar la mente del joven con sapiencia proveniente de todos los mundos.
El pupilo costosamente ignoraba los acontecimientos de los diversos universos a su alrededor. Su maestra lo había introducido satisfactoriamente en el mundo de las letras y se ocupaba de refinar su destreza léxica todas las tardes en el pequeño cuerpo celeste. En los últimos años, el muchacho había almacenado en su memoria millones de terminologías y ciencias, aprendiendo teoría de asuntos simples como, construir una polea, hasta filosofías complejas, como el código de vida de los monjes nirvanos. El chico podía recorrer con su mirada cualquier país al azar y rara vez encontraba algo que no supiera con anterioridad.
Un día, el aprendiz observó desde la torre de marfil a un viajero que se acercaba en un barco hecho de sueños y decidió salir a aconsejarlo. Su experiencia le había enseñado que los peregrinos que viajan en naves de ilusiones y carecen de tierra bajo sus pies sufren accidentes horrorosos capaces de dañar su vida por siempre. Corrió entonces hacia la cámara donde su maestra se encontraba meditando y tomó algunas hojas del estante de "conocimientos para repartir". Por unos momentos miró vacilante a su instructora, pero entendió que ella no le instruiría cómo proceder, así que siguió con su idea original.
Al salir al puerto del templo, el aprendiz observó al visitante y a su buque lo suficientemente cerca como para establecer una conversación. Saludó a aquel hombre con la mano izquierda mientras sujetaba en la derecha un tratado llamado "el planificador inteligente", esperando impacientemente la oportunidad para darselo al desconocido y transmitirle un poco de sentido común. El peregrino le devolvió el saludo, sonriente y radiante en su nave de sueños, apegado al volante de su amada "Alatheia, la que conduce a la verdad".
Ambos se presentaron formalmente y a continuación entablaron una conversación del clima y el estado de las rutas espaciales. "Un buen conversador" - pensó de inmediato el aprendiz - "ya me figuraba que se trataba de un charlatán encaminado en una nave de ilusiones sin ningún fundamento" - se atrevió a juzgar. Segun creía el muchacho, en cuestión de minutos se le presentaría la oportunidad de poner al tanto a aquel pobre hombre de lo peligroso de su condición: era un forastero salido de la nada que se encaminaba hacia lo desconocido; no se atrevería a rechazar el consejo de un protegido de una divinidad, quien además vivía en el Templo del conocimiento.
Y así sucedió: el pupilo de la sabia maestra de aquel planeta pronto tuvo su oportunidad para intervenir. Comenzo preguntandole que tan práctico era viajar en un vehículo sin fundamento y si no temíapor su futuro. El forastero, con bastante humildad, le respondió que viajar sobre los sueños nunca es seguro, pero si mejor forma de viajar. Contó de inmediato como los sueños se ven sarandeados en cada puerto, como su nave se debilitaba ante las tormentas de la incredulidad (muy comunes en todos los mundos), además de las penurias vividas tras el acoso sufrido por los piratas espaciales que buscan alimentarse de los sueños de otros. En el rostro del aprendiz se dibujó una sonrisa: el extraño había probado su punto.
No obstante, al viajero le faltaba aun explicar por qué viajar sobre los sueños resultaba tan efectivo, apesar de que el pupilo de la erudito no esperaba una respuesta convincente. El extranjero comenzó relatando como una vez identificado el verdadero sueño, la nave hecha de este material se quedaba con su propietario por siempre y ni aun las circunstancias más adversas lograban separar de él. También le describió la presición de los buques fabricados con ilusiones, los cuales nunca llegan tarde ni mucho antes de la hora fijada, sino siempre en el momento adecuado, cuando es propicio. Y eso no era todo, las naves de sueños eran capaces de acceder más destinos, de visitar más mundos, de transportar a más de uno y de brindar felicidad al final.
El discurso del forastero envolvió por completo al aprendiz. Sus historias se habían teñido con los colores de los distintos mundos que sólo se pueden acceder con la ayuda de los sueños. Escuchó el lamento de los hermanos arrastrados por el mar, el relato del nacimiento del fénix, de la epopeya del unicornio. Prestó cuidadosa atención a las historias de Arjuna y Krishna, a la parábola del ave afligida que se alimenta de los frutos de la tierra. Hablaba en pasado, en presente, en futuro y en eterno.Con cada frase expedida de la boca del extranjero, el material de los sueños parecía endurecerse como nácar y brillaba, brillaba ahora como un pequeño sol cercano a los puertos del pequeño planeta del templo.
El aprendiz quedó mudo. Aquel hombre era el favorito de una diosa, el único capaz de enamorarla y hacerla soñar, así como lo había hecho con el por un momento. El ilustre jóven veía ahora que el conocimiento no lo es todo y vislumbraba un horizonte hermoso dibujado por fuerzas incomprensibles para el racionamiento humano: estaba hecho de sueños. El muchacho descubrió los suyos a su vez. Poco le interesaba ahora su tratado de "el planificador inteligente" y lo sentía incompleto ya que no hablaba nada de los sueños. Si se atrevió a extenderselo al viajero fue bajo una instrucción bastante distinta: "escriba por favor todo eso que me ha dicho en esas páginas..."

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